Un conjunto de buenas técnicas no hacen a un buen terapeuta (como un buen libro de recetas no te convierten en un buen cocinero). Para ser ecléctico uno tiene que saber muy
bien lo que está haciendo, para no entrar en incoherencia. Un ejemplo clásico sería enseñar directamente técnicas de relajación a una persona que tiene un trastorno de ansiedad. Esto sería totalmente contraproducente sin realizar previamente un análisis funcional del problema del cliente. Hay que tener cuidado con vender recetas.
Cuando trabajo, escojo cuidadosamente las técnicas psicológicas más adecuadas en cada caso particular (teniendo muy presente las más contrastadas científicamente), y previamente.
Mi formación en diferentes técnicas dentro de la psicología cognitivo conductual, el análisis transaccional, análisis transpersonal, psicología gestalt, análisis bionérgetico, técnicas psicocorporales, terapias de tercera generación, como la psicología positiva o
terapia de aceptación, mindfulness, técnicas de hipnosis, psicología sistémica, programación neurolingüística, terapia racional emotiva, hacen que pueda escoger el enfoque según el tipo de problema que trae el cliente.
Ciertamente, psicólogos hay muchos. Entonces ¿qué tiene mi manera de trabajar de diferente? Mis clientes dicen sobre mi práctica que “no es la manera clásica o habitual de hacer psicología” . Lo cierto es que la inversión hecha en mi propia persona y formación tiene sus resultados. Además mi trabajo responde a una verdadera vocación. Cuando digo que mi cliente me importa no lo digo por decir. Me dedico y me implico en cada proceso terapéutico, estoy atenta a sus necesidades y brindo mi ayuda más allá de la sesión
convencional, con mi disponibilidad.
Al mismo tiempo favorezco la “no dependencia” terapéutica. Si mi fin es empoderar a la persona para que tome los recursos que le son propios, cuando esto está hecho fomento la independencia y comienzo a espaciar las sesiones para que no se produzca la dependencia conmigo.
Suelo ser empática y comprensiva, pero también busco la eficiencia. Tengo unos objetivos, y por ello pido al cliente que se comprometa. Entonces ambos debemos cumplir con nuestra parte del contrato. Esto hace que mi cliente sea muy activo en su proceso. Si no está seguro, si no está comprometido o no quiere trabajar por el cambio, simplemente no funcionará.
Además de la vocación me avala un amplio trabajo personal detrás de mi profesión. Toda mi vida la he dedicado a este fascinante viaje que es el autoconocimiento. No sólo poseo una formación o títulos, porque esto por sí mismo no hace a un profesional válido y mucho menos extraordinario, por eso buscando la excelencia me trabajé a mí misma, y aún sigo en ello, aprendiendo y creciendo.
Considero que poseo una intuición que juega a mi favor. ¿Para qué me sirve? Me hace ser mucho más ágil. No uso cuestionarios infinitos, ni necesito múltiples entrevistas para recabar datos, quizás en esto soy directa y contundente, lo que me hace ser más efectiva.
Por último, hace doce años empecé a meditar cada día. No es fácil expresar en unas líneas todos los beneficios que me aporta la práctica, pero sí diré que, más allá de ser una técnica que puedo enseñar a mis clientes, es una manera de ver y vivir la vida que me aporta serenidad personal y me ayuda a ejercer este trabajo desde la comprensión, la compasión y el amor.